Tras lecturas como la que hoy nos atañe, no sorprende que William Lindsay Gresham se suicidara con apenas 53 años.
Aparte de su faceta como escritor, fue médico de las Brigadas Internacionales durante la Guerra Civil Española, en aquellos momentos, un amigo republicano le llevó a presenciar un espectáculo horrendo: el comedor de pollos. Esta experiencia es el germen de El Callejón de las Almas Perdidas (1946), su obra más reconocida.
Llevada al cine un año después de la publicación del libro, Tyrone Power realizó una interpretación modélica, aunque en el traslado de la novela a la película se perdió el gran atractivo de esta novela: su estilo tenso, tremendamente arrítmico. No en vano, este libro está escrito al compás del pulso alcoholizado del propio Gresham.
El Callejón de las Almas Perdidas transmite la sensación de vacío que a Gresham le provocó su participación en la Guerra Civil.
Enviado a un hospital para tuberculosos, tras el fin de la contienda, se casó en 1942 con la poetisa Joy Davidson. Durante su matrimonio, Gresham acabó sumergido en la liturgia etílica.
Sumido en un reguero de dudas existenciales, Gresham pasó por la Iglesia Presbiteriana Comunista, donde estuvo seis años sometido a experimentos psicoanalíticos y llegó a formar parte de Iglesia de la Cienciología. En dicha institución fue partícipe de negocios tan redondos como I Ching, el tarot o la dianética. Estas técnicas de engaño son precisamente las herramientas que servieron a Gresham para vertebrar este relato con ecos de la Parada de los Monstruos (1932), pero que también fue influencia directa en El Cantante de Gospel (1968) de Harry Crews y Carnivale (2003-2005).
En la novela de Gresham no hay tiempo para moral o juegos inocuos de redención para sus protagonistas. Todo es gris, tanto como el futuro del carnaval de personajes que pueblan sus páginas. Radiografía en sepia de las extensiones de la América más profunda, la estupidez más chabacana brota natural, al ritmo que Stan Carlisle va inflamando la vena gorda de la avaricia y el engaño.
Como último apunte, cabe señalar que en la escritura desbordada, etílica, de Gresham se tienden lazos más que evidentes con grandes como John Fante o el mismo Hubert Selby Jr. En el caso de este último desheredado, una especie de primo lejano de Gresham, con el que comparte la misma necesidad crónica por escribir a base de espasmos de pura bestialidad. Cruda y vital, ahora llevada de nuevo a la pantalla por Guillermo del Toro.
Obseso crónico da espeleoloxía musical, autor dunha trintena de ensaios musicais e miles de artigos, en TiuMag, El Salto ou Rockdelux, entre outras publicacións.
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