“La reacción al sonido es algo en lo que pienso continuamente”
Poseedora de un fascinante lenguaje electrónico de flujo naturalista, Kaitlyn Aurelia Smith nos habla en primera persona sobre su brillante enfoque y su particular metodología.
Muy lejos quedan ya los tiempos de folk pastoral dedicados por Kaitlyn a Ever Isles. Desde que descubrió las posibilidades expresivas del Buchlam 100, no ha cejado en abrir una brecha dentro del pop cada vez más profunda con el paso de los años.
Disco a disco, su mimetización con el sintetizador ha llegado a un punto de comunión total y absoluta. La prueba, “The Kid”, un trabajo que certifica lo que ya había apuntado con su anterior LP, “EARS”: estamos ante una de esas taras que hacen del reborde inesperado una bifurcación insólita dentro de un universo pop cada vez más globalizado. Lo que se entiende como una clase en extinción dispuesta a erigir un mundo familiar de sonidos y texturas en el que poder sentirnos bajo una cascada de efectos insólitos. Los habitualmente proporcionados por toda muestra de genio enredada en una revelación. En este caso, incluso bajo una mirada de profunda perspectiva conceptual.
“The Kid” parte de una idea apegada a las cuatro estaciones de la vida, del nacimiento a la muerte. ¿Qué te motivó a idear este arco narrativo?
El tema tratado en el álbum va sobre algo que fue muy relevante en mi vida, y que todavía lo sigue siendo. Se trata de un hecho surgido del pasado, cuando mi padre y yo hablamos sobre las cuatro etapas de la vida, lo cual fue fascinante y tremendamente inspirador. En aquella misma época, también perdí a alguien que era muy importante para mí. Una persona de gran fuerza y vitalidad. Y realmente quería hacer un álbum que encapsulara esa alegría y ese sentimiento, celebrándolo a través de mi propia existencia.
“The Kid” suena más pop y, al mismo tiempo, tan experimental como “EARS”. ¿Qué cambió en tu forma de trabajo entre ambos discos?
Nada que partiera de algo consciente. No se trata de la manera en cómo intento enfocar las cosas, sino de la forma en que estás surgen libremente.
En tu nuevo LP, el Buchlam 100 cobra incluso mayor expresividad que en anteriores trabajos. ¿Qué valor tiene este sintetizador en tu forma de concebir las composiciones?
La primera vez que toqué un sintetizador fue gracias al Buchlam 100. Lo más relevante parte de cómo se convirtió en una extensión de mi propia voz. Ésa es la función principal que me motiva a seguir indagando en él. Es parte de mi historia personal. También compongo a partir de instrumentos orquestales. Ahora toco muchos más sintetizadores y utilizo el Ableton. Prefiero los sonidos análogos, aunque tampoco me olvido de los digitales. Cada uno tiene reservado su momento.
En “The Kid”, cantas como si estuvieras invocando un ritual arcaico. Tu voz se despliega como un instrumento musical alejado de los modismos habituales. Es una sensación de vocablos que suena tan deforme como cuando escuchas a Liz Phraser o Yoko Ono.
Sí, tal vez sea así. Creo que quizá sea algo subjetivo para el oyente. Para mí, todo nace de una prolongación de la voz. Cuando puedo cantar, busco la manera de acompañar mi voz con un instrumento diferente que contraste lo máximo posible con mis cuerdas vocales. Primero pienso en la historia que quiero cantar y luego interpreto esa parte. Mi uso de la voz está condicionado con la forma en que necesita ser expresada esa historia. No se trata de algo meramente consciente. Mi intención es que mi voz suene a través del sintetizador, aunque hasta hace unos pocos años ése nunca había sido mi propósito.
En canciones como “In The World”, cantas como si estuvieras invocando un ritual, como una simbiosis entre ciencia-ficción y naturaleza ancestral.
Mi enfoque principal cuando escribo letras surge de mi manera de escucharme a mí misma y encontrar una respuesta a lo que siento. La inspiración también surge a partir de todo lo que brota de mi creatividad. No se trata de hacerlo bajo una pauta habitual. Mi motivación central es crear un entorno o un sentimiento en el oyente. Únicamente tomo decisiones en base a lo que debe ser más adecuado para dicho entorno. Básicamente, se trata de eso: tomar decisiones de cómo sería crear el mejor entorno posible para el que escucha.
Antes de adentrarte en las bondades sónicas que ofrece el sintetizador modular, tu canal expresivo partía de instrumentos clásicos y de tus estudios para música de orquesta. ¿Qué te han aportado estos conocimientos en tu trasvase entre la forma clásica y la electrónica?
Es algo que funciona a un nivel muy consciente de mi fase creativa. Pero para llegar a encontrar mi propia creatividad, necesito desprenderme de mis conocimientos básicos. El olvido es una parte básica para acceder a un conocimiento nuevo.
Estoy muy influenciada por muchas clases diferentes de música. Esto resulta muy importante para mí, como concentrarme en la música jazz, en esa clase de ambiente. Creo que cuando comencé a hacer música para este álbum, mi intención era crear un ámbito para mis sentimientos. Es como si, de una manera inconsciente, estuviera recreando mi vida y mis experiencias en el agua. El tipo de cosas que quiero sentir conscientemente. Es como construir una gran cantidad de puentes con la intención de reflejar las cosas que siento de forma consciente.
La esencia libérrima de tu música ofrece una fisicidad nada habitual. Por ejemplo, la sensación de chapotear sobre el agua en “I’m Learning”. ¿Buscas continuamente este efecto a partir de las texturas, las disonancias y los tonos?
Así es, aunque depende de la parte en la que estoy sumergida en cada momento. Lo que siempre tengo es una reacción visual y física al sonido. Trato de jugar con ello, con la experiencia que te proporcionan diferentes sonidos: como descubrir el sonido del agua y tratar de hacer sentir al oyente esa clase de contacto. Para mí todo fluye en una forma visual. La reacción al sonido es algo en lo que estoy pensando continuamente.
Uno de los valores más sorprendentes de “The Kid” es tu forma de crear canciones pop a través de formas minimalistas, fourth world y avant-garde. ¿Cómo logras que la amalgama de sonidos creados formen parte de una estructura mayor y más cerrada?
Para mí, todo comienza con un ambiente, un sentimiento o algo en concreto. Me gusta pensar en la historia que estoy contando en cada canción. Es algo así como querer percibir la historia de la música que estoy tratando. Por lo tanto, también depende de lo que estoy hablando. En “The Kid”, lo primero que creé fue la historia.
Supongo que lo primero que necesito es alcanzar el lenguaje emocional. Eso es lo que me ayuda a entrar en la parte subconsciente. A partir de ahí, mi objetivo se basa en describir texturas que evoquen las diferentes emociones que yo siento. Luego la historia se construye a raíz de plantearme cómo sería de tener que contarla mediante los sonidos: el agua, las diferentes voces, los colores, las texturas.
Una de las canciones que más me ha impactado es “In a World, But Not of the World”. Tanto ésta como “Until I Remember”, “To Follow & Lead” y “I Am Curious, I Care” proyectan un halo de sensibilidad oriental.
No fue algo buscado a propósito. Supongo que es algo subjetivo. En este sentido, trabajar con otras personas refuerza la parte subjetiva de tu forma de componer.
¿Hasta qué punto tu lectura de “New Musical Resources”, el libro que escribió Henry Cowell en 1930, ha sido determinante en el enfoque sonoro de “The Kid” ?
Es un libro que ha sido muy importante para mí a la hora de enfocar la evolución del sonido respecto a la escucha musical. Es muy interesante su manera de explicar cómo, con el tiempo, toda esta evolución se ha vuelto cada vez más cómoda. Partiendo de esta lectura, me he entusiasmado con la idea de percibir una voz capaz de dividirse en múltiples voces a la vez. De ese modo, podemos llegar a escuchar muchas conversaciones al mismo tiempo; sobre todo, utilizando los canales de audición derecho e izquierdo, que es lo que he hecho en “The Kid”. Y es que cada vez hay más gente que escucha la música con cascos.
Tu música contiene un fuerte grado de libertad e improvisación. Pero ¿cuál es la diferencia entre componer en estudio y crear en directo?
Creo que la energía que surge en el escenario es muy vibrante. Se trata de compartir una experiencia y un espacio con las personas, y esa energía no hace más que crecer a través de la comunicación con la gente que puebla la sala. A mi entender, esta experiencia de crear y escuchar al mismo tiempo es algo muy diferente de cuando estás trabajando en el estudio.
Obseso crónico de la espeleología musical, autor de una treintena de ensayos musicales y miles de artículos, en TiuMag, El Salto o Rockdelux, entre otras publicaciones.
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