Con más de medio siglo de historia a sus espaldas, Konono nº1 sortea los envites del destino, rehaciéndose a cada nueva muerte de los líderes de la familia Mawangu. Entre la tradición y la modernidad, el cosmopolitismo y las raíces rurales, el palpitar distorsionado de su likembé funde extremos bajo un mismo tremor imperturbable.
Así como llegó a expresar el tótem post-disco Arthur Russell: “La música africana es diferente. Tienes la sensación de que la repetición es una cosa social que no expresa una conciencia individual, sino una comunidad”. Este razonamiento condensa la sensación desprendida por la saga comenzada por Mingiedi Mawangu en 1966, durante la transformación de Léopoldville en Kinshasa. En plena efervescencia industrial de la capital de la república del Congo, surgió Konono Nº1 como herramienta educativa para la gente. “A menudo, las canciones tratan sobre cosas cotidianas o relaciones entre personas”, reconocería Aharon Matondo, ayudante en las labores de coordinación del clan.
Muchas de estas enseñanzas partían de músicas de origen anterior a la época colonial, descendientes de la música ritual surgida en Maquela Ma Zombo, provincia de Angola. Dicho sonido provenía de una sinfonía tribal de vientos hechos con cuernos de elefante conocida como Masikulu, y que Mingiedi había mamado desde muy pequeño en su casa a través de su padre. Pero Mingiedi estaba atraído por la sonoridad del likembé, un instrumento hecho de bambú.
La invención de Mingiedi partió de una necesidad: la electrificación del likembé, un instrumento de cuyas láminas metálicas brota el latido de toda una ciudad. Al igual que el motorik era una representación del caos del Berlín de los años 60, la tensión del likembé reproduce el respirar agónico de Kinshasa: “El likembé no amplificado es un instrumento muy silencioso”, explica Augustin Makuntima Mawangu, “y las calles de Kinshasa son muy ruidosas: mucho tráfico, mucha gente, etc. Por lo tanto, para poder tocar en fiestas y velatorios, mi padre buscó la manera de hacerse oír mejor. Así es como inventó esta amplificación especial que usamos”.
El descubrimiento surgió de la falta de medios económicos y el ingenio de conectar la batería de un camión al likembé. Así es como tomó vida la primera distorsión de un instrumento que, reforzado por koras y percusiones taquicárdicas, se despliega entre cánticos filtrados desde unos altavoces conocidos como lance voix, los mismos que los belgas utilizaban en la época colonial para hacer llegar la radio estatal al pueblo.
El reciclaje de aparatos electrónicos, piezas de coche y demás cacharrería se convirtió en la fuente de recursos de una formación que funcionaba como los primos tribales de los primeros Einstürzende Neubauten.
El sonido de Konono Nº1 se adentra en el día a día de Kinshasa, en las emociones de sus habitantes. Una actuación puede postergarse a lo largo de la noche, con descansos de 15 minutos por hora. Dentro de una ciudad en constante mutación, su intenso mantra rítmico parece buscar una conciencia colectiva a través de la médula del sonido, sin artificios. Por lo general, en esta clase de actuaciones, el estado de hipnosis generado parte de la misma banda que, tras horas tocando, suele perderse en su propio sonido. El efecto de perder la noción de lo que están tocando resalta el poder de una música, modélicamente, etiquetada como bazombo trance music, la cual reproduce patrones occidentales de estilos como la música house, cuya esencia repetitiva y groove minimalista se hace extensible al krautrock y la música tecno de Detroit.
La relación entre su sonido y músicas jamás escuchadas por ellos es paralela a las grabaciones realizadas por el musicólogo David Toop en el seno de una tribu del Amazonas. Las realidades paralelas entre regiones desconectadas del planeta simbolizan la capacidad premonitoria de una formación que, finalmente, tuvo que salir de tierras congoleñas en 2003 para encontrar el reconocimiento que nunca tuvieron en su propia tierra. No en vano, cuando tocaban solían ser ridiculizados por las gentes de Kinshasa, para quienes el sonido distorsionado del likembé resultaba una ofensa contra la tradición. Pero claro, ese el precio que todo pionero siempre tiene que pagar; en este caso, el de una estirpe que, pese al fallecimiento progresivo de sus líderes, tiene asegurada su perdurabilidad en el tiempo. Así como ellos mismos lo anuncian tras la reciente muerte de Augustin Makuntima Mawangu: “Konono N ° 1 es indestructible, y hemos seguido trabajando y actuando. Después de Mingiedi y Augustin, la antorcha del intérprete del likembé ha pasado a la 3ª generación, al hijo de Augustin, Makonda, quien encabeza la banda con la cantante original Menga Waku”.
Obseso crónico de la espeleología musical, autor de una treintena de ensayos musicales y miles de artículos, en TiuMag, El Salto o Rockdelux, entre otras publicaciones.
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