Fue en plena fiebre de la música electrónica dance cuando, desde Elefant, el sello pop por excelencia, surgió Tan Lejos, muestra ambient-house polimórfico que, 22 años después, mantiene todas sus facultades intactas, las de un trabajo que se puede considerar como el disco gallego más fascinante del final de los noventa. Sobre aquel momento de excitación creativa, nos habla su autor, Carlos Ordóñez, Prozack.
1997. La vibrante escena de la música electrónica de baile estaba en plena ebullición, y era el foco de atención de buena parte de los medios. Nacían nuevos géneros y subgéneros en cuestión de semanas o meses, las tendencias se sucedían a velocidad de vértigo. Había diversas escenas muy activas repartidas por todo el mundo. La década de los noventa fue la edad de oro de la música electrónica popular.
Sin ser conscientes, vivíamos los últimos estertores de toda una era, en un mundo quizá un poco más apacible que el actual. Faltaba ya muy poco para que internet -ya lo conocíamos, pero aún en fase de expansión-, y luego las redes sociales, transformasen nuestra sociedad y nuestras vidas para siempre.
Personalmente, estaba en el mejor momento de mi carrera musical. El teléfono sonaba a diario: actuaciones en importantes salas y festivales de todo el país, promoción en prensa, radio, incluso televisión. Trabajaba en varios proyectos a la vez, colaboraciones, lanzamientos discográficos, etc. Y contaba con el apoyo de un sello, Elefant Records, abanderado del pop más acaramelado e inofensivo, que delegaba en Stereophonic Elefant Dance Recordings -o simplemente Elefant Dance- sus atrevimientos con la electrónica y los nuevos géneros de baile. La mía era una fulgurante y prometedora carrera musical en ascenso, que por algunas circunstancias, no llegó todo lo lejos que debería haber llegado.
El año anterior había publicado “Ideology” (ED, 1996), mi primer álbum, que fue algo así como un puñetazo en la mesa, un grito. Un artefacto fosforescente que escupía toda la furia y toda la rebeldía juvenil que ardía dentro de mí. A golpe de inmisericorde bombo metronómico a 140 bpm, y electrizantes secuencias sintéticas. Demasiado monolítico, quizá el que peor ha envejecido, por ser más producto de su época. Además peca de algunos de los típicos errores de los primeros álbumes -hoy cambiaría bastantes cosas de él, por ejemplo, sus títulos en inglés: una paletada-.
El virus del techno más áspero y radical había entrado en mi cuerpo hacía dos años -inoculado por una pléyade de artistas y sellos fundamentalmente norteamericanos-, y era momento de explorar nuevos territorios. Volver en cierta medida, a mis primeros experimentos con la electrónica de principios de la década de los noventa, y a mis ídolos postpunk de la adolescencia, cuyo radical y excitante sonido tanto me había marcado. Además, desde el corazón de Europa estaba llegando otro tipo de techno diferente al norteamericano, también muy minimalista, pero mucho más sutil.
Tocaba pues, frenar un poco los bpm, intentar depurar clichés al máximo, y abordar el techno y la electrónica desde otra perspectiva, con mayor amplitud de miras y una actitud mucho más tangencial hacia la pista de baile.
Mi vida estaba polarizada. “O Retortoiro”, en Loureiro Cotobade, en el interior rural de la provincia de Pontevedra, era mi refugio vital y creativo, mi paraíso soñado en medio de la naturaleza. El lugar perfecto para pasar todas las noches, hasta el amanecer, encerrado en el estudio, para crear y experimentar en la más estricta intimidad. La industrial e interesante Vigo -mi querida Vigo-, mi referente urbano para la vida social y el ocio nocturno. La otra cara de la moneda.
Adoraba la vida nocturna: la noche, oscura y profunda en “O Retortoiro”, fue mi mayor inspiración.
Mi estudio, situado en un anexo de la casa que otrora había sido cuadra para animales, era ahora un arsenal de todo tipo de aparatos electrónicos y cables. Aparte de tecnología de aquel momento, contenía muchas piezas clásicas originales, de sintetizadores, cajas de ritmo y todo tipo de artefactos de diversas épocas, que había ido adquiriendo, desde los primeros años noventa. Síntesis analógica, FM, y también muestreo o sámpler. Como la mítica caja de ritmos ROLAND TR-909, piedra angular del Detroit techno, que es la que aporta la base rítmica de la mayoría de los tracks en “Tan Lejos”. También piezas más raras, como un precioso sinte de la casa TEISCO, analógico, que disponía de un filtro pasa bajos externo, que hacía maravillas con cualquier sonido. Muchos de los sonidos del álbum están procesados con este sintetizador. Los bajos profundos, subgraves, similares a los de la música dub, eran generados con sintes analógicos. Trabajaba sin ordenador, en contacto directo con puro hardware. Con todos los controles, potenciómetros y demás parámetros a la vista, accesibles con las manos -los sintes e instrumentos virtuales, que nunca me convencieron, aún estaban en temprana fase de desarrollo-.
El álbum “Tan Lejos” fue publicado en abril de 1998, en formato CD, y también en vinilo doble. En el formato vinilo, el orden de los tracks es distinto, y se incluye una pieza extra, “Metáfora”, muy enfocada a las pistas de baile.
El álbum se abre con los zumbidos eléctricos, y el gélido ambiente de “Dualidad”. Esta pieza está inspirada en los viajes de mi niñez -por motivos familiares- a tierras castellanas, casi todos los veranos. Evoca el recuerdo melancólico de aquellos largos viajes en coche, atravesando toda aquella infinita tierra desolada. Esta idea, acabó siendo un poco el concepto central de todo el disco, que incluye a la portada, las fotos interiores, y el vídeoclip del que hablaré más adelante.
Los títulos no resultan del azar; en su mayor parte, aluden a aspectos muy personales e íntimos.
Despojadas al máximo, son piezas casi desnudas, esqueléticas, armadas con cuatro o cinco elementos que se entrelazan y dialogan entre si. Los patrones rítmicos, siguiendo el mismo principio estético, también se reducen a la mínima expresión. Aún hay algo de techno brutalista (“Desajuste”, “Anomalía” y “Arrebato”), que se relaciona más con el álbum anterior, pero el ambiente predominante es de recogimiento e introspección.
Conceptos como la soledad, el aislamiento -entendidos de forma abstracta- son mi inspiración para la pieza “Tan Lejos”, que además da título al álbum. Con sonidos que recuerdan al de los cuencos tibetanos -producidos con síntesis FM-, bajo profundo, y un patrón rítmico básico, metronómico. Es la pieza más espiritual de todo el álbum, y una de las mejores.
La serie “Tan lejos” – “Intangible” – “Soñábamos”, constituye el corazón y alma de este álbum, y creo que está entre lo mejor de mi pequeña aportación al género. Conforma un conjunto bien cohesionado de techno hipnótico y ensoñador. Con una revisión actualizada del proceso de mastering, seguirían sonando bastante vigentes. Son piezas que incluso invitan al baile, pero un baile interior, reflexivo.
La poderosa influencia del acid house, que suponía para mí pura fascinación, así como de mis experiencias con la química, planean en piezas como “Soñábamos”, de techno abstracto y estratosférico. “Intangible”, muy similar, está armada únicamente por bloques de ruido procesado, que reverberan en el espacio, creando un ritmo un tanto insólito. Es de mis piezas favoritas.
Una de las composiciones más interesantes, también de mis favoritas, es “Juegos”, de tan sólo tres minutos de duración -la más corta del álbum-, quizá la más sutil y abstracta de todo el conjunto. Pura electrónica de texturas, salpicada de pequeños matices, que con su delicada y misteriosa atmósfera anticipa mi siguiente álbum: “Dispersión” (ED, 2000). Recuerdo que por aquel entonces, entre la infinidad de ideas y proyectos que pasaban por mi cabeza, estaba la de crear un álbum con una sola composición, de larga duración, basada en elementos similares a los de esta pieza, en desarrollo progresivo. Una lástima que no haya sido materializado.
En contraste, “Arrebato” es una colosal descarga de energía eléctrica, jugando con los controles de ganancia de la mesa de mezclas, hasta la saturación más salvaje. Ácida, violenta y contundente, con toda la crudeza de las famosas máquinas capicúa de ROLAND en primer plano. Sin duda es la pieza que más se aleja de todo el conjunto, pero con la perspectiva del tiempo, encuentro interesante su aportación -desasosegante- al álbum.
Al final del último corte, la distorsionada e industrial “Desviación”, hay una pequeña sorpresa: cuando finaliza el álbum, si uno espera, pasados algo más de tres minutos de silencio, aparece a un volumen casi imperceptible, una pieza de mis primeras maquetas caseras, muy etérea, ingrávida, con caja de ritmos y guitarra procesada, de 1990.
El diseño del exterior, tanto del CD como del vinilo, lo hicimos entre Cocó Silvania, Luís Calvo y yo mismo. Las fotos en blanco y negro de la portada, y del bonito librillo interior del CD, fueron tomadas en Tierra de Campos -Valladolid-, en pleno invierno, y las hicimos entre Manel -el Prozack en la sombra, la persona crucial que siempre estuvo detrás de todos mis proyectos- y yo.
Gracias a las buenas ventas de mi anterior álbum -“Ideology” fue con diferencia, el disco más vendido del subsello Elefant Dance-, no me resultó difícil convencer a Luís Calvo para que Elefant Records financiase un videoclip, realizado en cine, todo un hito en mi carrera. La pieza elegida fue “Dualidad”, la que abre el álbum. Los encargados para su realización, por supuesto tenían que ser mis amigos coruñeses de Esferobite (Juan Lesta y Belén Montero). Conocía a Juan desde principios de los noventa -de cuando éramos fans enfermizos del sello 4AD-, ya habíamos trabajado previamente en proyectos menores. Escucharon el álbum, les expliqué con detalle lo que quería, y entendieron la idea a la perfección.
El extraordinario vídeo de “Dualidad”, premiado en diversos certámenes audiovisuales, muestra Imágenes en clave poética, del bello paisaje de Tierra de Campos. Un viaje emocional de seis minutos que culmina todo el concepto de este álbum.
“Tan Lejos” fue presentado, al igual que el resto de mis trabajos, en el mítico Clube Vademecwm vigués, que en aquel momento era el punto de encuentro del ambiente más liberal y creativo de toda Galicia. Como en otros de mis eventos, Esferobite participó en aquella velada, acompañando a la música con maravillosos visuales.
Texto de Carlos Ordóñez. Introducción de Marcos Gendre.
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