Que Olvier Arson es uno de los investigadores de texturas más interesantes de nuestra era ya quedó plenamente corroborado en su LP “Alyx” (2018) y también en su trabajo para las bandas sonoras de las series de “La Zona” y “Antidisturbios”. En cualquiera de estas variables, el músico francés siempre ha conseguido difuminar los límites entre bruma ambient y agresión industrial, pero también de cómo mutar la espiral drone en polvo sónico y toda metamorfosis que invite a la inducción instantánea con sus texturas cortantes y afiladas. Esta metodología ha sido su premisa a la hora de visualizar el primero de los dos cortes que componen este trabajo, y que le pone título. Al entrar en contacto con sus turbadoras miasmas sónicas, tenemos la sensación de estar ante la desintegración atómica de una mole tallada por Ben Frost. En todo momento, las diferentes velocidades que anidan en su interior parecen estar endemoniadas por un espíritu de fricción constante, dando como resultado un electroshock de proporciones atómicas.
Sólo por esta primera experiencia, el nuevo paso realizado por Territoire estaría más que justificado, pero nada tendría sentido sin “Alliage”, el otro extremo, que emerge como el rastro de humareda surgida tras el incendio generado en el primer acto.
En “Alliage” somos conscientes de la pulverización del sonido. Metáfora de la desintegración, que evoca desiertos distópicos de tacto metálico. El sonido de las fábricas en el vacío. Tétrica sinfonía noise, por momentos, colindante con el Fennesz más minimalista.
En definitiva, una nueva pieza maestra en una construcción sonora con visos de alcanzar cúspides que atenten contra la interacción consensuada entre ruido y membrana auditiva.
Obseso crónico de la espeleología musical, autor de una treintena de ensayos musicales y miles de artículos, en TiuMag, El Salto o Rockdelux, entre otras publicaciones.
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