Ya sea por su estética o por su visión, la ópera prima de Boards of Canada sigue siendo igualmente fascinante veinte años más tarde. Marcos Gendre explica los orígenes y las implicaciones de un disco irrepetible.
Este año se cumple el veinte aniversario del primer LP de Boards of Canada. Escuchado con perspectiva, no solo ha pasado todos los controles anti-arrugas, sino que tanto tiempo después sigue funcionando como un monolito de sabiduría ante el que se ha postrado todo polizonte embarcado en el meridiano entre caligrafía electrónica y ensimismamiento hipnagógico.

Para ponernos en situación tenemos que trasladarnos a la segunda mitad de los noventa, cuando se produjo la primera irrupción de peso por parte de los hermanos Marcus Eoin y Mike Sandison, aka Boards of Canada. Fue a través del EP “Hi Scores” (1996). En el mismo, se incluía “Turquoise Hexagon Sun”, uno de los 17 eslabones que luego engarzarían “Music Has The Right To Children” (1998).
