Hace poco menos de un año que Laura LaMontagne inició su particular excursión por la reinvención de las raíces folk galaicas. Curtida a través de un arco iris de influencias provenientes del lenguaje audiovisual y los recitales de poesía, esta enamorada de las cantigas de Martin Codax y la pulsión visceral de Allen Ginsberg se embarcó en una aventura sónica de la que ni ella misma aún conoce fronteras, y que no tiene nada que envidiar a tótems de la recontextualización del folclore gallego como Baiuca.
Armada a través de una voz de mil y un inflexiones, su garganta es una gramola políglota de idiomas y emociones. Del inglés al francés, del castellano al portugués, su lengua no reconoce pautas de comportamiento, sino libre albedrío. Acción musical donde los fonemas y los giros vocales nadan en un océano de oleajes flamencos, acervo atlántico y toda clase de soluciones poéticas, cosidas con cadencia spoken word o trazo lorquiano.
Poetisa, investigadora visual, actriz ocasional, música y pionera del loop galaico, su arsenal de movimientos se circunscribe a la necesidad de exponer el sufrimiento animal en toda su crudeza, como en la sublime excursión beatnik aflamencada a lo que nos empuja en ‘Color de carne triste o quisiera yo renegar‘. Ya sea desde la guarida folk de esta última o su descubrimiento de una sensibilidad electrónica inaudita por los parajes del folk gallego, esta polifacética creadora lucense está pintando un mural de sonoridades mutantes que despiertan sensaciones soterradas entre los pliegues del tiempo.
De su inquietud macerada en autodescubrimiento constante, surge su necesidad por reavivar el cancionero de Martin Codax bajo ropajes de vanguardismo, de lo cual ha quedado constancia en su participación en el proyecto ‘Tabú’, dirigido por Carmen Conde, donde cedió investigaciones suyas en el mundo de la Trans-cantiga como ‘Avelaneiras Frolidas (Airas Nunes, sobre poema de Xoán Zorro‘, ‘Porque no mundo minguou a verdade (versión de Xoán Quintás)’, ‘A xustiza pola man (Rosalía de Castro)’ y ‘Banhanaremonos nas ondas (cantigas de Martin Codax nº V y VI)‘.
Por lo pronto, estamos a la espera de una primera referencia discográfica, alentada por la expectación que están generando sus actuaciones en directo por terreno galaico. El desparpajo con el que talla emociones sobre las tablas ya ha creado una procesión itinerante de seguidores que certifican lo que, hace un mes, ya pregonaba la publicación VivaLugo bajo el titular “Laura LaMontagne, futura diva de la movida lucense”. Detrás de tan llamativas luces de neón late un geiser creativo donde la palabra de sus poemas (muchos de ellos recogidos en su libro ‘La elegía de la huerta’, con ilustraciones de Belén Cordero) ha florecido en una jungla de sonidos futuristas con arraigo ancestral. Puro vértigo de músicas loopeando bajo métricas de cantiga.
Por medio de un viaje sin miedo a lo desconocido, las huellas de sus pisadas están dejando un rastro de miguitas donde la incontenible poetisa feminista Luz Fandiño se mezcla con la intensidad india del trance. Todo un universo condensado en miradas oceánicas, donde las distancias han sido borradas en una voz de voces, y el futuro se abre como un arco iris trufado de colores hip hop, abstracción ambient, folclore medieval, sensibilidad india y toda caligrafía musical que invoque caminos abiertos hacia la excitación de lo inaudito. Sin duda, una fuente de experimentación de poso urbano que va a dar mucho que hablar en los próximos años, y cuyos límites aún desconocemos.
Obseso crónico de la espeleología musical, autor de una treintena de ensayos musicales y miles de artículos, en TiuMag, El Salto o Rockdelux, entre otras publicaciones.
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