Siempre creando desde los márgenes de la experimentación, Javier Colis y Juán Pérez Marina se han hecho un nombre dentro de la búsqueda de renovados filtros sonoros en la liturgia de las seis cuerdas. Desde que el primero se dio a conocer con los imprescindibles Mil Dolores Pequeños, han pasado tres décadas de investigación más allá de las fronteras reconocibles. Ya fuera en Demonios Tus Ojos o en Forastero, la inquietud y el arrebato han sido el motor de tan afanado escriba de la heterodoxia eléctrica.
Juan Pérez Marina es otro otro culo inquieto del rock descorporizado, miembro de proyectos tan necesarios en nuestros días como L’Exotighost. Ambos, armados con sus respectivas Fender IV y Looper, establecen un diálogo siamés, jugando a ser nuestros Jim O’Rourke tabernarios o David Grubbs de secano. Poca broma.
Ambos se han juntado para desmaterializar los códigos eléctricos en Sangre Fácil, una experiencia borracha de imágenes, editada por Belamarh Records, y sobre la cual hablamos con ambos a continuación.
Antes de nada, ¿cómo surge la idea de aliaros?
Javier – De alguna forma parece que estábamos predestinados. Alguna vez habíamos hablado lo de hacer algo pero fue Alberto del Viso quien nos organizó un concierto conjunto con la intención, según sus propias palabras, de vernos tocar juntos.
Juan – De alguna forma, ambos musicalmente hablamos el mismo lenguaje y tan solo era cuestión de tiempo que nuestros caminos se cruzaran para tocar juntos. Alberto nos empujó a ello y tras el resultado, nos fue fácil dar continuidad al proyecto.
¿Dónde encontrasteis el meridiano telepático, entre los dos, para canalizar las diferentes atmósferas e inflexiones trenzadas en “Sangre Fácil”?
Javier – Fue todo muy intuitivo y fácil. Desde el primer minuto del primer encuentro nos dimos cuenta de que aquello fluía con fuerza.
Juan – De hecho, el adjetivo telepático es verdaderamente de los más acertados a la hora de referirnos a nuestra conexión a la hora de tocar juntos.
En las notas del disco, se dice que “hablar de improvisación sería peligroso”. En este sentido, ¿hubo una preparación previa, acerca de la línea a seguir durante las grabaciones o fue algo que, literalmente, fue surgiendo de forma natural, sin pautas?
Javier – No hubo pautas ni planes más allá de dejarnos fluir naturalmente. Cuando se hace referencia a “lo peligroso de hablar de improvisación” en las notas del disco es porque improvisación se asocia, y muchas veces con razón, a ese acto onanista de demostrar lo bien que tocas sin decir nada. Queríamos huir de eso. Quizá la única pauta que nos impusimos fue la de “nada de exhibiciones técnicas”.
Juan – Antes de grabar el disco nos juntamos para hacer varias sesiones pero por el mero placer de improvisar juntos, no de cara a pulir arreglos o definir partes que irían en el disco. Verdaderamente en este, no hay nada guionizado ni estipulado, eso iría contra la naturaleza propia de lo que es este grupo.
¿Hubo alguna pieza que notarais que se iba más hacia el lado de uno de los dos, durante su ejecución, y necesitara más giros de los pensados para encontrar el punto de entendimiento?
Javier – Como te digo, hubo un gran entendimiento desde el principio y vamos conduciéndonos el uno al otro de forma natural y alterna todo el rato.
Juan – En ningún caso. Lo cierto es que, al escuchar el disco, hay incluso partes de guitarras que no sabemos si son obra de uno u otro.
Algo que siempre me ha interesado, y que en este disco lleváis al límite, es el hecho de tocar guitarras que no suenan a guitarras. ¿Cómo funciona a nivel subconsciente tocar un instrumento del cual buscáis un lenguaje ajeno al habitual, pleno de recursos atonales, por ejemplo?
Javier – Nos gusta buscar los límites de la guitarra, sí. Y también los límites de nosotros mismos. Ahí surgen todas las influencias de cada uno, desde el rock hasta la música dodecafónica pasando por el jazz o cualquiera de los folclores que nos hayan calado.
Juan – Desde el planteamiento de que este es un disco grabado exclusivamente a partir de guitarras, si no tratáramos de hacerlas sonar de otra forma menos convencional, creo que el resultado sería muy tedioso. Por otro lado, al grabar loops de guitarra en directo, lo realmente interesante es llegar a generar sonidos muy diversos para darle una determinada dimensión a la música llegando a incluso mezclar las canciones al mismo tiempo que son interpretadas.
Escuchando “Sangre Fácil”, me vienen a la mente nombres de espeleólogos de las seis cuerdas como Marc Ribot, Ry Cooder, Dave Grubbs, Jim O’Rourke o Glenn Branca, pero también imágenes crepusculares de esencia fronteriza. ¿Hasta qué punto el impacto visual de vuestra música nace imágenes o influencia fílmicas?
Javier – Hay coincidencia general en considerar que este disco es muy fílmico. Me parece que ocurre con frecuencia en toda música instrumental. Al no haber letra que la condicione la música tiende a crear imágenes. Más allá, no sabría decirte. En cuanto a guitarristas, no puedo dejar de referirme a Fred Frith, Robert Fripp y Tom Verlaine como referencias inexcusables. Los que mencionas también ¿eh?
Juan – Algunas de las referencias que mencionas a mi me han calado a lo largo de los años, pero hay muchísimas más. Ante la ausencia de letras, la música crea paisajes sonoros y escenas que tienen como fin sorprender al oyente y transmitirle unas sensaciones determinadas o trasladarle a lugares descritos por la música que escucha.
Otro de los puntos más interesantes es vuestra capacidad para hermanar downtown neoyorquino con espíritu mediterráneo. ¿Cómo confluyen ambos extremos en vuestra música?
Javier – Yo creo que de forma no premeditada. Muy naturalmente.
Juan – Las influencias son muy variadas y al tocar de una forma tan libre y sin ataduras, entiendo que estas se entrevén de forma más evidente.
Uno de los aspectos que más me embriagan de “Sangre fácil” es su capacidad hipnótica. Destila abstracción y una sensación fantasmagórica altamente poderosa. Es como si estuvierais desmaterializando los códigos de la guitarra, al igual que John McLaughing en “In a Silent Way” o el Jimi Hendrix de “1983…”
Javier – Jopé, menudas dos referencias. Grandes ambos, claro. En el caso de John McLaughing es precisamente su etapa con Miles cuando tocó el cielo, tal y como yo lo veo. En “In a Silent Way” está grandioso.
Juan – Me gusta mucho que te refieras a ello como a la desmaterialización de los códigos de la guitarra. Si me hubieran dicho que iba a grabar un disco exclusivamente de guitarras me hubiera llevado las manos a la cabeza. Hemos huido de convencionalismos a la hora de abordar lo que de otra forma sería un despliegue de habilidades o destrezas narcisistas vacías de contenido.
¿Por qué “Sangre Fácil”?
Javier – No habíamos pensado en el nombre y ya se nos echaba el tiempo encima, así que fue una decisión de compromiso para el primer concierto y así se quedó. Como tampoco nos convencía plenamente decidimos convertirlo en el título del disco en lugar de como nombre de grupo.
Juan – En cierto modo, nuestros nombres propios han fagocitado el de “Sangre fácil”.
¿Habrá más discos juntos?
Javier – Ojalá. Yo creo que sí porque tanto Juan como yo nos sentimos muy cómodos y libres en este proyecto.
Juan – Así es, mientras haya espontaneidad y la conexión telepática siga funcionando, tendremos continuidad juntos.
Foto portada: Alberto del Viso. | Video: Lourdes Durán.