Solo o como cerebro en la sombra, Daniel Lanois siempre ha sido un espíritu inquieto. Su perfil responde al de un teórico, siempre indagando para dar forma a las extensiones sonoras que planean entre sus pensamientos ambivalentes. Fantasía y materialización, acústica y tecnología, raíces y futurismo concentrados en “Flesh And Machine”, su álbum de 2014: la fascinante travesía que une todos los extremos.
A lo largo de cuatro décadas, Daniel Lanois se ha hecho un nombre como uno de los productores más reconocidos del mundo pop. Aunque su labor sea más conocida como mano derecha de U2, su expediente resplandece aún más por su providencial encuentro con Bob Dylan, al que ayudó a encauzar su carrera a finales de los ’80; y también por su trabajo junto a cirujanos panorámicos de las texturas sonoras, como Harold Budd, Brian Eno y Jon Hassell. “Lo grande sobre el talento es que, ya sea por proximidad o exposición, cuando existe siempre brota de alguna manera. Mi educación musical no es tanto por la escuela como por mi trabajo con grandes artistas”. Aparte de su extensa trayectoria como productor de artistas tan alejados, el canadiense ha ido cimentando una carrera en solitario que ya se prolonga desde hace más de un cuarto de siglo. Tras todo este tiempo de continuo aprendizaje, surgió “Flesh And Machine” (ANTI-, 2014), la obra más fiel a su visión aglutinadora. “Todo proviene de mi subconsciente, el cuerpo de mi trabajo. Tantos años de experimentación sonora. No tengo más que dejarme llevar por mi propia evolución”. No obstante, su nuevo LP no fue premeditado. “Empecé a trabajar en el disco hace dos años. Cuando entré en el estudio contaba con un puñado de canciones más convencionales, en las que yo cantaba. Sin embargo, durante esa temporada estaba más interesado por la experimentación sonora, las texturas. Eso es lo que ocurrió. Cuanto más sabes sobre los sonidos, te vuelves más aventurero. Es una sensación que me lleva por un camino más excitante y futurista. Y sigo en esa dirección”.
En el título del disco, “Machine” se refiere a Lanois trabajando en su estudio con máquinas. En cuanto a “Flesh”, se trata de buscar la autenticidad de la carne, del sentimiento humano. Debido a esta percepción, Lanois no trabaja con sonidos electrónicos. Su liturgia sonora le ha llevado a tejer, casi íntegramente, un tapiz artesanal de efectos caseros. Así, el único sintetizador que suena en su último LP es un Moog Taurus, que utiliza en un par de canciones. Tal rectitud no quita que, por ejemplo, brote el espejismo onírico de un omnichord en “My First Love” o se ayude de toda clase de recursos tecnológicos. “Al igual que el ‘Sexual Healing’ de Marvin Gaye, ‘Opera’ se levanta sobre una caja de ritmos Roland”, explica como si se estuviera justificando.
Tecnología y alma, cuerpo y máquina, Lanois entiende esta dicotomía como un todo. Cada una de las dos partes es el motor que hace funcionar a la otra: “Cuando trabajo con la tecnología, su uso me da las técnica con la que poder trabajar a través de instrumentos acústicos. Estos tienen algo especial. Por medio de ellos puede proyectarse un reflejo más humano”.
El símbolo más evidente de las pretensiones acústico-tecnológicas viene de su particular devoción, u obsesión, con la pedal steel. En discos como “Omni Series” (Red Floor, 2008) o “Belladona” (ANTI-, 2005), ya había profundizado en una investigación que en su nueva obra se transforma en revelación: “He encontrado mi propia voz gracias a este instrumento. He encontrado una forma para lograr un sonido más líquido, como en ‘Aquatic’. Planeando un sonido más blando y lento, las posibilidades armónicas se abren más. Es un instrumento por el que tengo un gran respeto y al final creo que él también me respeta a mí. A través de la pedal steel puedo levantar sonidos y hacer que otras melodías se adentren en mi camino. Dentro de la misma simplicidad del sonido que tiene este instrumento, existe una gran cantidad de detalles que varían las estructuras armónicas. Para mí, se trata de una forma para poder investigar en la música cada día. Y puedo hacerlo porque cuento con las herramientas tecnológicas”.
Las pretensiones de Lanois son ambiciosas. Su nuevo álbum es una declaración de principios que parte de una premisa: “la música instrumental es el lenguaje más universal que existe”. Aún más transcendental, resulta la percepción que Lanois tiene del movimiento como proceso mental. Su reluciente criatura se desplaza continuamente. Es como si representara las mismas necesidades de Lanois por seguir descubriendo nuevos parajes dentro de su cabeza y traducirlos en forma de “sonidos visuales”: “En ‘Aquatic’ tuve la imagen de viajar bajo el agua. Esta canción representa una manera de descongestionar nuestra travesía a lo largo de la vida. En ‘Opera’ mi intención es la de poder viajar dentro de la misma canción. En cuanto a ‘Forest City’, el objetivo es hacerlo a través del tiempo”. Respecto a esta última canción, emerge la conexión que llega hasta “Ambient 4: On Land” (EG, 1982), el súmmum del ambient, y la obra más subyugante de entre todas en las que ha trabajado junto a Brian Eno. “Definitivamente, esta canción representa una vuelta a las texturas de aquellos discos ambient. Me gusta cuando Brian te transporta, pero creo que en esta canción la técnica utilizada es muy diferente a las empleadas por Brian Eno. Los samples, los midis, es diferente porque en ‘Forest City’ el centro de la canción está en movimiento”. Ciertamente, la sensación difiere del concepto estático de la pieza pivotal de Eno, donde la música queda congelada en el tiempo entre una naturaleza poblada de insectos y animales inmemoriales.
Lanois no puede obviar sus orígenes durante su proceso creativo. Desde que ha tenido la oportunidad de mostrarse en primera persona, nunca ha ocultado su reivindicación por los derechos de los aborígenes canadienses. Sin necesidad de palabras, “Sioux Lookout” expresa con tribal visceralidad este sentimiento. “Esta canción es una voz nativa de Canadá. Proviene de los nativos que han sido devastados durante cientos de años, algo que todavía ocurre hoy en día. Es un grito que nace de los sentidos, que es originado por el daño causado por los humanos a los animales, los árboles, los peces. Hemos contaminado todo y nada importa más que los humanos. De ahí viene este grito. Para poder reflejar este sentimiento, ‘Sioux Lookout’ contiene muchas percusiones experimentales. Por la otra parte, la abstracción electrónica que brota en esta canción es mi forma de conectar con las emociones humanas”.
Pero, por encima de todo, su nuevo trabajo es un diario universal de sentimientos. “My First Love” reproduce con exactitud la incertidumbre idealizada de “ese” primer momento y “Iceland” evoca el frío melancólico de un país donde Lanois nunca ha estado. Respecto a esta última, “se trata de una canción muy diferente al resto del disco. Está completamente centrada en el piano -en ese momento, el piano de Lanois empieza a sonar a través del teléfono, reproduciendo la melodía central de la canción-. Así suena la música antes de trasladarla a mi estudio. A diferencia del resto, la tenía muy, muy preparada. Luego, añadí el resto de sonidos”.
Lanois se expresa con serena pasión. Sus palabras están hiladas por la sabiduría que otorga la experiencia y la inquietud del niño que siempre busca satisfacer su curiosidad. Sabe perfectamente que la única manera de seguir manteniendo la llama es sorprendiéndose a sí mismo, tal como en “Opera”. “La melodía es el descubrimiento más relevante de esta canción, ya que se levanta a medida que la línea de bajo va cayendo. Este recurso nunca lo había hecho anteriormente”. Las canciones de “Flesh And Machine” han nacido para fluir libres. El inmovilismo es la muerte del sonido, algo que nunca sucederá mientras Lanois sea su centinela más avezado.
4 Viajes de Autodescubrimiento.
“Acadie” (Warner Bros, 1989)
Mientras se impregna del espíritu de Nueva Orleans, Lanois se atreve a cantar. Su voz sorprende por su trémula melancolía, pero el verdadero valor de su debut nace de hacer confluir las raíces folk y los vastos horizontes ambient. Como dato imprescindible, “Where The Hawkind Kills” nos recuerda que Lanois fue el gran cerebro en la sombra de “Series Of Dreams”, el gran descarte de la obra dylaniana.
“Cool Water” (Big, 1994)
El canadiense traslada su sabiduría tras la mesa de mezclas al directo. Las canciones multiplican su presencia en esta grabación no oficial. La electricidad se encorajina mediante calambres rabiosos de gloria polvorienta. Resulta imposible no conectar su euforia electrizante con “Le Noise” (Reprise, 2010), la obra con la que ayudó a levantar el errático vuelo de Neil Young, en pleno siglo XXI.
“Omni Series: Steel / Purple Vista / Santiago” (Red Floor, 2008)
Lanois trabajando sobre la mesa de operaciones, quizá el resultado de este work in progress sea disperso, pero poder asistir al proceso ya merece la pena. Durante el trasiego, el nigromante del estudio amplia el espectro sonoro del piano, la guitarra acústica y, cómo no, la pedal steel. Tras el post-operatorio, una cosa queda clara: la libertad que le proporciona el terreno instrumental saca lo mejor de sí.
“Flesh And Machine” (ANTI-, 2014)
Que la obra más redonda de un autor sea con más de sesenta años, dice mucho de su afán de superación. Lanois se zambulle en su propia inquietud y sale completamente renovado. Extensiones en constante crecimiento -“Forest City”-, incólumes rascacielos melódicos -“Opera”, safaris al corazón de una selva sintetizada -“Sioux Lookout”-, los sonidos se materializan en un gran templo para los sentidos.
Obseso crónico de la espeleología musical, autor de una treintena de ensayos musicales y miles de artículos, en TiuMag, El Salto o Rockdelux, entre otras publicaciones.
Utilizamos cookies para asegurar que damos la mejor experiencia al usuario en nuestra web. Si sigues utilizando este sitio asumiremos que estás de acuerdo.Vale