“Melancolía” (Fulgencio Pimentel)
El autor underground australiano Simon Hanselmann es el cerebro tras la serie de comics más inspirada y políticamente incorrecta de estos últimos años. Publica la editorial Fulgencio Pimentel.
Si hay un hecho claro en lo que llevamos de siglo dentro del mundo del cómic es que las andanzas de la bruja Megg, su gato-novio Mogg, Búho y el resto de su troupe de seres marginales se ha convertido en la anti-sitcom por antonomasia. No en vano, lo suyo es una suerte de coreografía sobre la inadaptación social, en forma de respuesta grotesca ante las rutinas programadas que mueven nuestra sociedad, cada día más orwelliana. Para celebrarlo, y por pura necesidad, la editorial riojana Fulgencio Pimentel prosigue con la reivindicación de esta creación, obra del autor Simon Hanselmann; en esta ocasión, por medio de la reedición de “Melancolía”, una obra de arte, donde vuelca un hedor de talento expresado en su tendencia más detallista, pero sin cortes que difuminen o estorben el impacto visual a la hora de seguir el recorrido de tan delirantes y, sí, hermosas viñetas. Las mismas desde las que Simon nos hace sentir como voyeurs de una fantasía en la que los deseos más corruptos emergen y nos retratan desde el reflejo de un espejo circense.

Como no podía ser de otra forma, la tendencia ya conocida de otros volúmenes, como los memorables “Bahía de San Buho” (Fulgencio Pimentel, 2015) o “Hechizo total” (Fulgencio Pimentel, 2015), está repleto de abruptos golpes de sinceridad que ridiculizan los consensos de comportamiento aceptados dentro de una sociedad de la que el autor australiano se mofa desde el extremo escondido de nuestro subconsciente, como cuando empatizábamos con las dosis salvajes de vergüenza ajena destiladas en todo momento en la telecomedia Seinfeld (1989-1998), aunque esta vez desde un vacío vital insuflado por una ronda sin filtros de costumbrismo drogadicto y escatológico, subrayada en la desorbitada colección de ojos rosa alucinógenos, dilatados en las mirada de Megg, Mogg y Wolf, tras las que se concatena un carrusel de escenas, dentro de una sucesión antológica de situaciones donde el humor corrosivo es la vacuna contra el cáncer de la normalidad y el deprimente buenrollismo social que nos asola. Viñeta a viñeta, bocadillo a bocadillo.

Sin respiro ni bajones, Simon nos hace vomitar de la risa en sketches como “Gorros de fieltro” o hacernos sentir horror ante la demoledora descripción visual de lo que implica un silencio tenso y cortante, como en “Silencio”. Y es que “Melancolía” es un artefacto de difícil catalogación, a través del que podemos empatizar con las vidas desastradas de unos protagonistas que, en el fondo, son la viva representación de las sensaciones expresadas por el título empleado para esta colección de situaciones malrollistas, volcadas desde las entrañas de un cómic invocado por las musas bufonas del arte, que genera el efecto contrario a las ganas por desagradar con las que Hanselmann enfoca sus creaciones. Terriblemente sincero y asquerosamente divertido.
